sábado, 3 de mayo de 2014

Enamoramiento

Enfermedad: Enamoramiento. También llamada "mal de amores"

Síntomas:

  • Sudoración y taquicardia: ante la visión de la persona amada. También llamado "cagarse por las patas abajo"
  • Trastorno bipolar: tan pronto está super feliz como está en la mierda más absoluta
  • Hipotermia: por dejarle la chaqueta a la persona amada los días de frío
  • Locura transitoria
  • Paranoia: pensar todo el rato qué pensará la persona amada de lo que ha dicho y/o hecho
  • Insomnio: por todas las noches que se ha quedado pensando en la persona amada
  • Déficit de atención: al centrar sus pensamientos casi exclusivamente en la persona amada le es imposible centrar su atención en otra cosa. También llamado "estar en las nubes", "estar empanado" o "estar agilipollado"
  • Dificultades en el lenguaje: al intentar hablar con la persona amada (balbuceos, frases sin sentido...)
  • Delirios: también llamado "soñar despierto"
  • Ludopatía: al gastarse todo el dinero que tiene en la maquina del gancho de la feria para conseguir el peluche que le gusta a la persona amada
  • Adicción al móvil: al hablar por Whatsapp con la persona amada. También puede ir unido con paranoia si ve que ésta se encuentra en línea y no le contesta
  • Acoso a la persona amada (saber cuándo sale del trabajo para "encontrarse" con ella, cuándo y dónde coge el metro...)
  • Comportamiento obsesivo
  • Infantilismo
  • Deshidratación: debido a la extrema salivación que se produce al ver a la persona amada
  • Lesiones físicas: si la persona amada tiene novio/a y éste/a se ha enterado de la enfermedad del sujeto en cuestión
  • Asma

Tratamiento: En el caso de que la persona amada esté también contagiada, la enfermedad no resulta problemática. En caso contrario, desintoxicar al sujeto tanto del contacto como de los pensamientos con la persona amada lo más rápidamente posible. En casos extremos, aplicar la eutanasia.

viernes, 2 de mayo de 2014

(2)

Tuve la suerte de que Jorge también fuera muy pedo, y no llevaba ni un metro corriendo cuando se tropezó y se comió el borde de una mesa. Vi como algunos de sus dientes saltaban y se esparcían por la sala. No me dio tiempo a ver que más ocurría, pues un segundo después ya me encontraba en el jardín. Y también un segundo después, se encendieron los aspersores y me empaparon entero. "Bueno, así por lo menos me limpiarán un poco el vómito", pensé. Me metí en el cobertizo que había en el jardín y me acurruqué en un rincón, temblando de frío. Estuve en esa postura lo que me pareció una eternidad. Sólo podía pensar en que si Jorge me descubría, me arrancaría la cabeza de un puñetazo. En sentido literal. A esas alturas ya sabía que tenía la fuerza y el suficiente cabreo para ello.

De pronto, escuché un ruido. Me incorporé rápidamente y agarré un martillo de una de las estanterías, preparándome para lo peor. Pasos. Acercándose. Alguien silbando lo que pretendía ser "Get Lucky". Sentí el puño dolorido de tanto apretar el mango del martillo. La puerta se abrió de repente y apenas pude escuchar un "¿Qué cojones..." antes de pegarle un martillazo al intruso.
-¡Ay!¡La madre que te parió!
Reconocí su voz. No era Jorge, era Sergio. Y sí, también iba muy pedo. Del golpe que le había dado le había salido un chichón, y se encontraba tirado en el suelo.
-¡Ay joder, lo siento!
-¿Lucas?¿Qué narices estás haciendo aquí?¿Y qué coño haces con un martillo?¿Quieres matarme?
Con miedo a que alguien pudiera vernos, lo arrastré rápidamente al interior del cobertizo y cerré la puerta. Sergio estaba totalmente atónito.

-¡No, dios mío!¡Es que pensaba que eras Jorge!-susurré, haciendo señas para que lo hiciera él también y así nadie pudiera oírnos.
-¿Y por qué quieres matar a Jorge?- exclamó él chillando y pasándose mis indicaciones por los cojones.
Le volví a indicar que hablara en voz baja hasta que pareció comprenderlo.
-No... a ver... escucha...
Y entonces le conté lo que había pasado dentro.
-¡Ah sí!¡Es cierto! Que guapo que está Jorge ahora jajajajajaja.
-Pero el problema está en que si entro ahora ahí me va a matar
-¿Jorge? Tranquiiiiilo. Se acaba de ir a urgencias cagando leches con Álvaro. No creo que vuelva pronto. Además, seguro que cuando vuelva ya se la ha olvidado. Con lo pedo que iba...- dijo, y empezó a reírse mientras se revolcaba por el suelo.

-¿Y tu a qué has venido aquí?- le pregunté
-Hielo- contestó incorporándose y señalando el gran congelador que había detrás mío.-¿Me puedes pasar dos bolsas?
Fui al congelador, saqué dos bolsas grandes llenas de hielo y se las tendí a Sergio. Él las agarró y se puso una en donde tenía el chichón mientras se ponía de pie torpemente. Después se acercó a mí hasta que nuestras frentes llegaron a tocarse.
-Te voy a dar un consejo Lucas. No no no no... no me pongas esa cara, escúchame bien. Natalia... natalia...ella...es... ¡una zorra!. ¡Así que ahora mismo vas a salir ahí, te vas a olvidar de ella y vas a...
Y entonces, me vomitó encima
-Me cago en la puta-dije apartándolo de un manotazo
-¡Ay, lo siento tío que yo no..!-se disculpaba, intentando limpiarme la camisa.
-Da igual, tira para afuera que ahora salgo
-Vale, vale...- dijo Sergio- Buen rollo, ¿eh?

Salió del cobertizo y me quedé solo de nuevo. Me volví a acurrucar en la esquina . "Vaya puta mierda de noche". Ese fue mi último pensamiento antes de quedarme dormido.

jueves, 24 de abril de 2014

(1)

-Te quiero
De repente, se hizo un silencio absoluto. Noté un terrible nudo en el estómago. Pero sabía que no hablaba en serio. Lo veía en sus ojos, danzando de un punto a otro de la sala. Lo escuchaba en sus palabras, que apenas eran simples balbuceos . Y lo olía en su aliento a whisky barato. De algún modo, una parte de mi cerebro quería continuar esa farsa. Y que todo lo que había pensado durante tantos años se hiciera realidad,aunque fuera apenas por unas horas. Pero sabía que ella estaba en esa fase de la ebriedad en la que sólo se dicen tonterías.

Yo no quería aprovecharme de ella. Sabía que en ese estado podía llevármela a la cama simplemente chasqueando los dedos, pero sabía que al final terminaría dándose cuenta y que me odiaría para siempre. Y qué coño, que no me apetecía demasiado que su novio me partiera la cara. Noté como ella se acercaba lentamente y me ponía una mano en la cintura, que luego comenzó a bajar poco a poco.
-Oye, creo que no deberíamos...
Y entonces, me vomitó encima. Retrocedí de inmediato y contuve una arcada.
-Ay lo siento, yo no quería...- balbuceaba-yo sólo...y ahora va y...

Se acercó a mí tropezando y me abrazó fuertemente. Noté los tropezones de su vómito contra mi piel y reprimí otra arcada. Entonces me di cuenta de que ella había comenzado a llorar amargamente y, paralizado ante lo confuso de la situación, decidí abrazarla yo también. Notaba el calor reconfortante que desprendía su cuerpo debido al alcohol. Y empezó a susurrarme algo al oído. Entre murmullos ininteligibles, lograba intuir alguna frase suelta.
-Es que él es gilipollas...No sé como sigo con él...Tu sí sabes escuchar...Capullo de...
Acerqué mi boca a su oído y le susurré:
-Natalia, estás muy borracha.
Ella se separó de mí y me miró fijamente a los ojos, aparentemente molesta por mi comentario.
-Te juro que ahora mismo lo dejo y me voy contigo

Me quedé a cuadros. Como le dijera eso a Jorge, su novio cani de 2 metros, no iba a vivir para contarlo.
-Natalia, no creo que debas...
-Que no, que no. Hazme caso-murmullos ininteligibles-¡A la mierda!¡A la puta mierda!
Y entonces salió corriendo hacia el salón, sorprendentemente ágil teniendo en cuenta lo pedo que iba. Me quedé paralizado durante unos segundos, como queriendo asimilar qué cojones acababa de pasar. Luego salí corriendo detrás de ella como alma que lleva el diablo. Pero llegaba tarde. Putamente tarde. Justo a tiempo para ver como ella, en el otro extremo de la sala, le decía algo a Jorge. Y para ver como Jorge me miraba fijamente y salía corriendo hacia mí, intuía que no para darme la enhorabuena precisamente. "Me cago en la puta" pensé.

Esternocleidomastoideo

(Las palabras sacadas de los comentarios están subrayadas. Si no te enteras de qué va esto, haz click aquí)

El esternocleidomastoideo, ester para los amigos, ha sido menospreciado durante siglos. Lo único que saben muchos de él es que es una palabra larga de cojones, y que si se intenta pronunciar muy rápido puedes morir atragantado. Pero muy pocos saben que es un músculo situado en el cuello que nos permite gozar de la felicidad de mover la cabeza con soltura. Hasta los marsupiales lo tienen. "Pero yo creo que es algo prescindible"oigo a muchos decir. ¿Crees que la vida sin esternocleidomastoideo sería fácil, bitch?

La vida sin ester sería una gran caca. No podríamos girar la cabeza con facilidad ante el paso de un tío/a macizorro/a y apreciarlo/a en toda su magnificencia. Y no podríamos soportar eso, pues el ser humano es vicioso por naturaleza. Tampoco podríamos masticar bien y disfrutar comiendo altramuces. Ni podríamos girar la cabeza con rapidez cuando alguien se tirara un pedo en nuestra cara. Pediríamos a las monjas del convento que rezaran a Dios día y noche, como si no hubiese un mañana, para que nos devolviera a nuestro preciado ester.

¿Acaso no os parecen suficientes razones para vanagloriar a este músculo que ha sido denostado desde los comienzos más remotos de la humanidad? ¿No os da vergüenza haberos olvidado de él durante tanto tiempo? Afortunadamente, la estadística nos dice que esto de perder a ester de la noche a la mañana es prácticamente imposible. Pero espero que con esta lección hayáis aprendido a valorar a vuestro querido ester y que hoy le tratéis con todo el cariño que nunca le habéis dado: que lo saquéis a pasear, que juguéis con él, que le deis mimos... Porque puede que sólo sea un músculo. Pero también tiene el derecho a ser feliz.

martes, 15 de abril de 2014

Reto

Ante el impepinable aburrimiento que supone tenerme que esperarme en la facultad a que empiecen mis clases de inglés, he decidido proponerme un reto absurdo. He decidido regalaros este post a vosotros, mis queridos y sensuales lectores, para que pongais en los comentarios la primera palabra que se os ocurra. Con esas palabras, intentaré redactar el siguiente artículo. El primer comentario sera el título, y el resto de palabras las intentaré ir incorporando a lo largo de él. Ya veremos como queda...

sábado, 12 de abril de 2014

Rarito

Tanto en la escuela como en el instituto, yo era uno de aquellos a los que llamaban rarito. Uno de aquellos a los que señalaban con el dedo y se reían de él. Aunque también es cierto que tampoco me puedo quejar mucho, porque tampoco tuve que soportar muchas burlas. Únicamente chascarillos ocasionales de los subnormales que estaban un curso por delante de mí. En serio, si la imbecilidad fuera persona, ellos la encarnarían perfectamente. Lo que sí que es cierto, es que solia estar bastante solo. Pero no siempre me llamaron rarito.

Yo antes era un niño que me dejaba arrastrar por los demás como un vulgar muñeco de trapo, sin libertad, sin opiniones propias. Hasta que llegó él y me abrió los ojos. Él sí que estaba realmente jodido, no como yo llegaría a estarlo. Estaba en el punto de mira de todos los abusones imaginables, y la burlas hacia él eran constantes. Yo hablaba con él bastantes veces, porque la verdad es que me caía muy bien, pero me avergüenza confesar que participaba de muchas de las burlas que caían sobre él.

Sin embargo, un día me planteé algo: si me caía bien, ¿por qué tenia que meterme con él como hacia el resto? Y entonces me sentí como si hubiese despertado de un largo letargo. Había vivido toda mi vida dormido. Fue aquel día cuando empecé a pensar por mí mismo y a alejarme del pensamiento de la mayoría. Y por eso comencé a hacer lo que realmente quería y no lo que para el resto era mejor. Y por eso comencé a vivir de verdad, a ser yo mismo. Y por eso, me empezaron a llamar rarito.

Pero analicemos detenidamente, ¿qué es lo que en mi clase se consideraba un tío "guay"? Aquel que se metía con los mas débiles. Aquel que no tenía respeto ni por nada ni por nadie. Aquel que suspendía todas las asignaturas y se vanagloriaba de ello. Lo que vendría a ser un capullo integral, vamos. Sin embargo, aquellos hijos de la grandísima puta tenían montada una auténtica secta, con miles de personas que querían ser como ellos.  ¿Cómo de mal tiene que estar una sociedad para que alguien desee ser un inútil total? Es algo que me desconcierta y aterroriza al mismo tiempo. Así que, no gracias. Prefiero que me sigan llamando rarito.

Porque para mí, "rarito" no es un insulto. Es un sello de calidad. Significa que esa persona se atrevió a desafiar a la masa, a ser él mismo, a crear sus propias normas, a importarle la mierda lo que los demás pensaran de él. "Rarito" para mí es sinónimo de valiente. Original. Atrevido. Creedme si os digo que las mejores personas que he conocido han sido aquellas a las que, en algún momento de su existencia, les han llamado raritos. Así que si alguna vez os llaman raritos, no os pongáis tristes. Sonreíd. Sois libres. Y no hay nada más maravilloso.

domingo, 6 de abril de 2014

Protocolo

Los protocolos sociales son una cosa que siempre he aborrecido. No digo que estén mal, pero su abuso nos convierte en robots sin personalidad que hacemos las cosas no porque queramos, sino porque "así lo dicta el protocolo". Hace que nos alejemos de las personas que tenemos alrededor, incluso de nuestros amigos, obligándonos a hacer las cosas "porque están bien vistas". Pero los protocolos más absurdos sin duda los encontramos en el amor.

Porque si queremos a alguien está claro que no le podemos entrar a saco paco. Pero los protocolos llegan a convertir la seducción en un juego absurdo, donde las personas se alejan y acercan constantemente sin llegar a tocarse, una suerte de tabú en el que el objetivo es decir a la otra persona que la quieres pero sin decir las palabras "te quiero". Incluso a los demás no les dices que quieres a tal persona, sino que te "gusta" o que te "mola". El verbo "querer" nos impone demasiado respeto. Y no hablemos ya de "amar".

Entre otros protocolos sin sentido están el de esperar un número x de días sin hablar con la otra persona, hacerse el "interesante" (que, por lo que he visto, parece significar "gilipollas")... Pero sobre todo las indirectas. Las indirectas son el peor invento de la historia de la humanidad después del reggaeton. El maravilloso arte de lanzar indirectas consiste en coger lo que realmente le quieras decir a una persona y transformarlo para que dé lugar a algo banal y carente por completo de significado. Pero son tremendamente peligrosas. Ya no sólo porque puedes lanzarle a alguien una indirecta y que no la pille, sino que puedes ver indirectas en sitios en donde no las hay. Así puede ocurrir que dos personas que se amen con locura estén dando vueltas en círculos, confundidos, sin saber si la otra persona está interesada en ellos.

Pero, a pesar de que los protocolos invaden la sociedad, hay momentos en que la gente se libra de ellos.Toda la gente que va a ver un partido de su equipo al bar y éste gana. Toda la gente que ha ido a ver un concierto.Toda esa gente es capaz de compartir su alegría con las personas que le rodean, aunque no las conozca de nada. Esos momentos son puramente maravillosos. Cuando se rompen las convenciones sociales y aparece lo que verdaderamente importa. Las personas que hay detrás.


lunes, 24 de marzo de 2014

Exterior

"Lo importante es el interior". Estoy seguro de que el que pronunció esta frase por primera vez era feo de cojones. Porque sería una magnífica utopía una sociedad en la que sólo nos fijásemos en el interior de las personas. Pero no es más que eso. Una utopía. Hay gente que está convencidísima en su ingenuidad de que ellos no se fijan para nada en las apariencias, que sólo se fijan en el interior. Pero creedme, todo ser humano es superficial, aunque sea un poco.

Por ejemplo, simplemente al ir al médico. Si entráramos en la consulta y el doctor nos atendiese en chándal, no nos fiaríamos de nada de lo que nos dijera o incluso saldríamos corriendo asustados. Pero el hecho de verlo en bata blanca nos reconforta. Podría no ser un doctor, ser simplemente un señor que ha entrado en el hospital con bata blanca para liarla nada más, o incluso ser un asesino en serie que le gusta hacerse pasar por doctor y matar a todo aquel que entre en su consulta. Pero no nos planteamos eso. La bata blanca es como un bálsamo.

Lo mismo ocurre en la pareja. "Yo en una pareja busco que sea simpático, no me importa el físico". No me importa, mis huevos. No encontraréis a nadie que diga "Ais, pues mi novio es más feo que pegarle a un padre, pero es que es taaan simpático". De hecho, cuando un amigo nos intenta "vender" a uno de sus amigos que no conocemos, el interior también pasa a segunda fila. Primero nos dice si es guapa o guapo con toda calidad de detalles. Y luego ya es cuando añade (o no) que es simpático, o que es agradable, o que es divertido.

Los guapos tienen fácil el conseguir pareja. Simplemente por ser guapos  hay gente que se enamorará de ellos sin haberles hablado siquiera. Los feos tienen que recurrir a la estrategia de ser simpáticos, o ser graciosos y currárselo para llegar a enamorar a alguien. Así, el interior de las personas pasa a ser un añadido. Algo para compensar si no somos guapos y queremos que nos aguanten. Algo que deforma la visión de las personas y nos hace parecer más guapos de lo que en realidad somos ante sus ojos.

 Si no os he convencido aún, os propongo llevar a cabo un sencillo experimento. Pensad en algún desengaño amoroso que hayáis sufrido e imaginad que vosotros hubieses sido físicamente idénticos a como esa otra persona imaginaba a su pareja perfecta, pero que en cuanto a personalidad fueseis idénticos a como sois ahora, sin cambiar ni un ápice. Estoy convencido de que muchas cosas serían distintas. Y de que "Sólo te veo como a un amigo" a veces puede significar "Me gusta tu personalidad, pero te falta el físico".

Y así ocurre en todas las dimensiones de la vida. Una revista no escoge a una modelo porque sea simpática. No nos sentamos al lado de ese hombre del metro con pintas extrañas. Un abogado con un tatuaje no nos parece profesional. Las personas que no son superficiales son como ángeles. ¿Cándidas? No. No existen.

lunes, 10 de marzo de 2014

Futuro

Cuando era pequeño, pensar en el futuro no era algo que estuviese entre mis prioridades. No entendía por qué todos los adultos me metían prisa para que tuviese mi vida planificada. Siempre que me preguntaban "¿Qué quieres ser de mayor?", yo respondía que no lo sabía pero que ya lo vería, que aún tenía tiempo para decidirme. La pregunta de "¿Qué crees que estarás haciendo dentro de 20 años?" aún me resultaba más incomprensible. Si apenas sabía lo que iba a hacer el día siguiente... ¿Cómo iba a saber lo que iba a hacer dentro de 20 años? Y siempre me sorprendía la cara que ponían los adultos cuando me hacían este tipo de preguntas. Una cara de decepción.Como si no se hubiesen esperado eso de mí. Como si un niño como yo ya tuviera que tener claro que rumbo iba a tomar en la vida.

Pero conforme iban pasando los años, el futuro iba tomando cada vez más relevancia. Y lo que empezó como un picor en la cabeza terminó convirtiéndose en una migraña insufrible. Miles de preguntas comenzaron a atormentarme: ¿Realmente estoy estudiando lo que me gusta? ¿Conseguiré un buen trabajo? ¿Seré bueno en lo que haga?... Y todo el desasosiego que sentí al no encontrar respuesta a ninguna de esas preguntas quedó condensado en un único pensamiento: "Ostia puta". De repente, sentí como cada uno de mis 18 años pesaba una tonelada y que quedaba aplastado contra el suelo. El futuro, que hasta entonces había visto como algo excitante, lleno de esperanzas y de posibilidades, ahora se convertía en algo aterrador, lleno de decisiones complicadas y meteduras de pata. Y ante ese terror, dedicaba horas pensando en lo que tenía que hacer para tener un futuro brillante.

Sin embargo, pronto me di cuenta de una cosa bastante lógica pero que a la mayoría de las personas nos cuesta comprender. No se puede intentar planificar todo. Porque lo que te gusta hoy, puede dejar de gustarte mañana. Porque lo que hoy te parece una buena idea, mañana puede resultar una idea pésima. Y porque meteduras de pata va a haber siempre. Pero lo que hay que hacer es aprender de ellas. Por esto, lo mejor que se puede hacer es vivir el presente. Porque hay gente que se pasa la vida pensando en cómo quiere vivir su vida. Pero a esta gente se le olvida lo más importante: vivirla.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Tecnofobia

"Los móviles nos vuelven zombis". Esa frase, aunque no deja de ser cierta, ha tendido a generalizarse en exceso. Decir que los móviles nos vuelven zombis es como decir que los cuchillos nos vuelven asesinos. Todo depende de cómo los utilices. Pero hay gente que ha tomado esta frase como bandera para demonizar todos los aparatos tecnológicos. Ante sus ojos, cualquier persona con un móvil en la mano ya es un adicto, y se regodean de que ellos no necesitan esas comodidades inútiles.

Por poner un ejemplo, aunque cada vez más escuelas se abren ante el gran mundo de la tecnología, aún hay muchas que se aferran a lo tradicional y siguen padeciendo de tecnofobia. En mi colegio, por ejemplo, no sólo no nos dejaban llevar móviles, sino que cualquier aparato que tuviera algo de tecnológico (reproductores de música, consolas...) era requisado por aquel profesor que lo viera, incluso en horas de recreo. También había un profesor (el director, casualmente) que exigía que los estudiantes tenían que entregar los trabajos de su asignatura hechos a mano. El mismo que gastó dinero en comprar una enciclopedia para la biblioteca en plena era Wikipedia.

Estoy completamente de acuerdo en que, a veces, la gente tendemos a apartar cada vez más la vista de la realidad y fijarla cada vez más en la pantalla de nuestro smartphone. Pero la solución para evitar este problema no está en rechazar todo lo tecnológico, sino en aprender a utilizarlo. No consiste en rechazar sus defectos, sino en potenciar sus virtudes. Cada vez más gente dice "Con eso del guasap, se está perdiendo la costumbre de hablar cara a cara". Y también se ha perdido la bonita costumbre de hacer fuego chocando dos piedras. Pero eso a nadie parece importarle.

Buenas

Ignoro quién eres. Ignoro si eres un internauta que, quién sabe cómo, ha terminado en esta página. Como cuando empiezas buscando información en Internet para hacer un trabajo del insti y terminas, de alguna manera, viendo vídeos de Carmen de Mairena. Ignoro si eres alguien a quien conozco al que le he dicho "Aish mira, me he hecho un blog. Míralo, que es graciosete". Si este es tu caso, puedes sentirte especial. No me gusta demasiado compartir las mierdas que escribo, siempre me da pánico imaginarme a uno de mis conocidos escrutando la pantalla de su ordenador mirando lo que he escrito. Por eso siempre las paso a muy poquitas personas, que sé que ya conocen mi profundo retraso y que no me juzgarán demasiado severamente.

 Pero, como iba diciendo, vengas de donde vengas, seas de donde seas, vayas a donde vayas, bienvenido. Este será, por lo menos, mi quincuagésimo séptimo blog ya. El resto de mis blogs son actualmente cadáveres fríos y descompuestos. Proyectos que empecé con ganas pero que a los dos días ya los dejé por pura pereza. No querría asegurar que éste va a sobrevivir, pero eso espero. De todas formas, lo que aquí encontraréis serán reflexiones, pensamientos, opiniones. Podría deciros que os emocionaréis con mis artículos. Que os pondrán la piel de gallina. Que terminaréis viendo la vida de una manera completamente distinta leyendo tan sólo uno de ellos. Pero no. Lo más seguro es que sean pura mierda. Lo bueno es que, quizás, paséis un ratito entretenido.

Si lo que habéis leído hasta aquí no os ha convencido, no perdáis más al tiempo y cerrad ya esta página, porque os aseguro que la cosa no va a mejorar mucho. Pero si estáis dispuestos a entrar en el maravilloso mundo de mis neuras y mis idas de olla, ponedme un comentario y empezad a seguir mi blog si queréis. Y preparaos. Sobretodo, preparaos.